Cuando se recogía la Hermandad de la Humildad, sobre las 11:30 ó 12 de la noche del Jueves Santo, subían los portadores de los «pasos», (que no eran otros que los «abajaores», hombres que se dedicaban a subir los granos de los carros o caballería a los «soberaos»), a la Ermita de San Sebastián para recoger los «pasos» de la Hermandad de Jesús, que eran tres: en el primero, Jesús Nazareno, con seis portadores, cuatro en las esquinas y dos a ambos lados de la imagen; en el segundo iba San Juan Evangelista con una palma rizada en la mano izquierda y la otra con el dedo tieso.

hist1Su capataz era Juan Ortega, «el aguaó» de los cántaros a perra chica. Debo decir que en el «paso» de Jesús su capataz era el Mayordomo Apolonio Carrión Ruiz, hasta que el Señor lo llamó a su lado.

En el tercer «paso» iba la Santísima Virgen de los Remedios, vestida de negro, a la que le quitaban el Niño para tal ocasión. Recuerdo que decían muchas mujeres; «el 8 de Septiembre se va riendo y ahora va llorando». «paso» era también de cuatro hombres en las esquinas, con palio muy estrecho de bambalinas de pana negra y cuatro varales de madera torneados y pintados con purpurina plata. El capataz era Manolo de la «Higuerita».

Cuando salían de la Ermita, sobre la medianoche, se dirigían a la Parroquia por la calle El Aire, Cánovas del Castillo (hoy Arrabal), Plaza de Alfonso XII (hoy de Antonio Mairena) y calle Daoiz o de la Iglesia. Entraban en el Templo parroquial y se encaminaban al Altar Mayor.

Al pasar los pasos por delante de la Capilla de San José, (que allí es donde se ponía el Monumento), se volvían cara al Santísimo y se rezaba un Padrenuestro y una vez colocados los pasos delante del Altar Mayor se daba comienzo al Sermón de Pasión o de Madrugada.

Para este acto, muchos años vino un Padre franciscano, de los llamados de Tierra Santa, con residencia en Lebrija. Su nombre era Rvdo. Padre Juan y por sus apellidos se deduca que era vasco. Sobre su hábito de franciscano, en un hombro, llevaba el escudo de tierra Santa, la cruz de Jerusalén, que es el mismo que tienen los nazarenos de Jesús, por lo que yo creía, – que el predicador era hermano de la Hermandad.

El sermón era largo, por lo que en el suelo del púlpito tenía el fraile un bote con palomita de aguardiente y cuando hincaba la rodilla se daba un «trinque» para aclarar la voz.

En este traslado de medianoche los hermanos acompañaban vestidos de paisano, con cirios encendidos. Al llegar a la plaza se cantaban muchas saetas. Destacaremos a algunos de los más importantes: Marín, «el Coco», «la Gaspachita» y Antonio Antúnez y al llegar a la peana también le cantaba «Zamarra el Cabrero».

Durante el Sermón se cantaba desde el coro alto, a modo de saeta, el Pregón que daba a conocer hist2que Pilatos había firmado la sentencia de muerte contra Jesús. Este pregón lo decía Juan Ortega «el aguaó» y le contestaba el fraile desde el púlpito: ¡habéis oído que palabras más feas!, ¡… pero que se puede esperar de un aguador!, ¡… con cara de perro pachón. Dios permita que no pueda ver a sus hijos ni a los hijos de sus hijos…!, y así otros muchos improperios.

Enseguida se cantaba, en el mismo lugar, la Voz del Ángel revocando el pregón y dando a conocer que Jesús moría por voluntad propia, porque así estaba en la Escrituras.

Cuando llegaba el predicador al momento en que Jesús expiraba en la Cruz diciendo: «Padre, en tus manos entrego mi espíritu», un hermano situado en el coro, daba un tiro con una escopeta de caza de dos cañones para simbolizar el temblor de la tierra.

Después de esto se dirigían todos a la Casa- Hermandad, que era el domicilio del Mayordomo, y la esposa de éste, María Jesús, «Niña Rosarito», metía mano a la obra vistiendo a los «armaos», que siempre estaban de pelea porque ninguna de las botas les estaban bien, pero nunca llegó la sangre al río. Se preparaba la comitiva, se recogía a la mujer Verónica y salía la procesión para hacer su Estación penitencial, desde el Templo parroquial, para después del sermón del Calvario y la escena de limpiar el Rostro al Nazareno por la Verónica se dirigía a la Ermita de San Sebastián donde se recogía la procesión sobre el mediodía del Viernes Santo.

Redactado por Rafael Carrión Méndez.