SER NAZARENO (Publicado en el boletín El Muñidor 2014)

 

El acto externo más importante de las Cofradías de Nazarenos es la realización de su Estación de Penitencia, en el caso nuestro, el Viernes Santo.

 

La participación de los Hermanos en ella es fundamental, no puede haber dicho acto si no hay Penitentes.

 

Todos los Hermanos y Devotos que participan ese día en la Cofradía son Penitentes, desde los “armaos” a caballo hasta el nazareno encargado de la banda de música.

 

Nazarenos, costaleros, capataces, acólitos, “armaos” y mujer Verónica son los que componen la Hermandad ese día en la calle.

 

Solo en uno de ellos no hay límite alguno de componentes, sexo, edad… es el de nazareno.

 

¿Qué es un nazareno?

 

Según el diccionario es después de las principales y en referencia a las Hermandades >Penitente que en las procesiones de Semana Santa va vestido con túnica, por lo común morada< aunque la anterior es la clave >Que profesa la fe de Cristo<.

 

Para mí no solo es lo anterior, un nazareno es una persona corriente: ni feo ni guapo, ni alto ni bajo, ni más listo ni más torpe que el resto de los mortales. El ser nazareno es un cuestión espiritual y personal, es el deseo que nace en el interior de las personas que quieren transformar su vida tomando como ejemplo las enseñanzas dejadas por el Nazareno, Nuestro Padre Jesús.

 

La ropa de nazareno nos iguala y tiene dos valores irrenunciables: la identidad de Hermandad y la coherencia de vida. Revestidos de nazareno fortalecemos nuestro sentimiento de identidad. Igualados en la vestidura manifestamos nuestra unidad y manifestamos nuestro espíritu penitencial. Somos miembros de una fraternidad viva, aún más somos y nos sentimos sólo de Él, de Jesús Nazareno y su Madre, la Virgen de la Amargura.

 

La identidad se conforma con la expresión, la coherencia exige acción. Para mostrar nuestra identidad bastaría con la medalla de la Hermandad, para manifestar nuestra coherencia somos necesarios nosotros mismos. Sólo somos coherentes cuando nos ponemos en camino. Por eso, peregrinamos en estación de penitencia, por eso acompañamos a nuestros Sagrados Titulares por las calles de nuestra Mairena, por eso sabemos que cada estación de penitencia es distinta a la anterior, es mejor, más completa, porque avanzamos, porque no nos limitamos a dar vueltas en círculo.

 

Participar en la estación de penitencia como nazareno es nuestro derecho y nuestro deber. Ser nazareno en nuestra vida es nuestra perpetua aspiración. Unidas las dos actitudes, de estar y de ser, alcanzaremos el sentido auténtico de nuestra vocación penitencial y confraternal. Se dice que nunca el hombre es más grande que arrodillado ante el sagrario. De igual manera, nunca el Hermano es más grande que revestido de nazareno.

                                                                                                               ABe.